Mujeres Insurgentes

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La historia la hacen los pueblos, a pesar de la visión que insistentemente (poderes fácticos) nos obliga a creer que el devenir histórico es causa de un líder o un pequeño grupo de personas. Las circunstancias y condiciones sociales hacen que los sujetos asuman un papel y tomen parte importante en esas realidades. En ello, efectivamente hay personajes cuyo papel es determinante.

A poco más de 200 años de la consumación de la Independencia, rendimos un sencillo homenaje a aquellos que ofrendaron su vida por la causa independentista. En este caso, a aquellas: A las mujeres que decidieron participar en pos de esta causa, mejor dicho, de las causas, pues tanto la lucha por la independencia como de la justicia social fueron banderas que se enarbolaron en esta revolución.

A las mujeres insurgentes. A las que por largo tiempo habían estado borradas de la historia. Pocas son las que alcanzan el título de heroína; gracias al discurso oficial son dos las mujeres que forman parte del panteón de los héroes: Josefa Ortiz y Leona Vicario. Curiosamente, ni Ortiz ni Vicario fallecieron durante la guerra.

Sigue habiendo mucho desequilibrio en el estudio y reconocimiento de las mujeres militantes: mientras Vicario, la madre dulcísima de la Patria y doña Josefa son objeto de espléndidas biografías, otras están en una “segunda división” como Mariana Rodríguez del Toro y Gertrudis Bocanegra quienes junto con las que mencionaremos a María Fermina Rivera, Manuela Herrera, Ma. Josefa Huerta, Rafaela López, María Luisa Martínez, Rita Pérez apenas alcanzan unas cuantas páginas llenas de imaginación y patriotismo.

Muchos relatos centran su atención en damas de ilustre prosapia de las principales ciudades y se han olvidado de la gran mayoría que habitaba en pueblos y villorrios de donde surgió el mayor número de mujeres partidarias de la insurgencia. Precisemos primero que mujeres de todas las clases sociales participaron; la gran mayoría tenían conciencia de ello. Abandonaron su casa para sumarse al movimiento, para seguir a su pareja o familiar y apoyar en diversos servicios.

Ahora bien, la mayor acusación que se hacía a las mujeres era de infidencia, algo así como el ser desleales. Si  se escuchaba a alguna que dijera algún comentario sobre la poca bondad del Rey, eso implicaba una infidencia, toda vez que uno de los principios para el reino era la fidelidad de sus súbditos. Los otros tres delitos por los que se les acusaba era el de seducción de la tropa realista, el de vivir amancebadas con insurgentes y el peligroso delito de ser familiar de un rebelde.

Los papeles que bastantes mujeres desempeñaron en la revolución de independencia, iban del contrabando de mensajes y armas, a la conspiración, espionaje, abastecimiento económico, guías, enfermeras, distribuidoras de agua y comida, dar alimento envenenado a los realistas, ser soldados y el ya mencionado de seducción de la tropa.

Aunque vale anotar que por seductoras no solo se refiere a las mujeres que sexualmente seducían a los hombres, sino a las que con palabras los persuadían de que se pasaran al bando insurgente.

Por el lado rebelde, en un texto aparecido en el “Semanario Patriótico Americano” en 1812, dirigido a las damas de México, se convocaba a las mujeres a educar a sus hijos contra los gachupines, ser espías utilizando sus redes de amistades para informar, persuadir a los hombres con las cualidades femeninas y,  usar sus atributos para seducir a los realistas.

Una vez que se diseminó la guerra de guerrillas, y como estas requerían el apoyo de sus comunidades y de familias, las mujeres son detenidas por los realistas, para hacer rendir a los insurgentes y para castigar a las que seducían a la tropa. Al no haber código de guerra, las mujeres eran instrumento de chantaje y a veces botín de guerra.

Hagamos ahora un estrecho recuento de mujeres insurgentes.

María Luisa Martínez, tenía una tienda en Erongarícuaro y con ella proporcionaba recursos a los insurgentes. Su esposo, Esteban García, fabricaba jaranas y además cultivaba tierras. Sirvió como correo e informante, al ser descubierta huyó, fue perseguida, hecha prisionera, encapillada y se le multó en varias ocasiones prometiendo no volverlo a hacer, hasta que al fin no pudo satisfacer 4 mil pesos y fue fusilada por orden de Pedro Celestino Negrete en 1817.

Poco antes de morir, dijo: General Negrete, le perdonó el crimen de quitarme la vida; no he cometido más delito que el de querer tener una patria libre. ¿Por qué tan obstinada persecución contra mí? Tengo derecho a hacer cuanto pueda en favor de mi patria, porque soy mexicana. No creo cometer ninguna falta con mi conducta, sino cumplir con mi deber. Negrete permaneció inflexible, y Luisa Martínez cayó atravesada por las balas de los realistas

María Fermina Rivera. Luchando como soldado a la par que los hombres junto a Vicente Guerrero, murió en acción defendiendo el fuerte de Chichihualco en 1821. En Tlacotepec, Antonia Nava, Catalina Catalán y Catalina González al frente de las mujeres de la tropa, ofrecieron sus cuerpos para alimentar a la tropa en el sitio de 1817, que ya duraba 50 días. Altagracia Mercado, armó un pequeño ejército en Huichapan, en una batalla solo ella quedó en pie y siguió luchando hasta que fue capturada. Le perdonaron la vida por la valentía demostrada “mujeres como ella no deben morir”, dijo el jefe realista.

Antonia Nava

María Soto la Marina. Fue pieza clave para no perder la batalla en este lugar de Tamaulipas. Cuando los realistas se apoderaron del río dejando sin agua a los insurgentes, ella salió de la retaguardia con dos cántaros, esquivando el fuego enemigo cruzó una y otra vez, convirtiéndose en proveedora de agua del ejército rebelde. Manuela Medina la Capitana, indígena cacique de los alrededores de Taxco, levantó una compañía con la que se puso al frente, participando en al menos 7 acciones guerreras, Morelos la recibe en Acapulco, obtendría el grado de capitana, otorgado por la Junta de Zitácuaro. Murió en 1822 a consecuencia de las heridas que recibió en su último combate.

María Petra Turuel, protegió a los insurgentes presos. Ana García acompañó a su esposo Félix y lo salvó de dos sentencias de muerte. Las hermanas González, de Pénjamo, sacrificaron su fortuna y derribaron su casa para unirse a los insurgentes. Carmen Camacho, convencía a soldados realistas para que se pasaran al bando insurgente y fueran a Zitácuaro; se le acusó de seductora de la tropa y fue ejecutada en diciembre de 1811.

Mariana Rodríguez del Toro

En la casa de Mariana Rodríguez del Toro y Manuel Lazarín en la ciudad de México, se realizaban reuniones clandestinas. Al saberse la captura de los caudillos insurgentes, Mariana levantó la voz para plantear una ofensiva contra los realistas y realizar acciones para continuar la lucha por la independencia. Planean la captura del virrey para obligarlo a liberar a los presos y reconocer la Independencia. Sin embargo, la conspiración es delatada capturando a todos. Mariana permanece en prisión hasta 1820.

María Catalina Gómez

María Catalina Gómez, al frente de varios peones y trabajadores de su hacienda, sorprende tres coches con pasajeros españoles en la cañada de las haciendas de Jaripeo y El Moral, y los toma como prisioneros en octubre de 1810. María Josefa Martínez es otra comandante de tropas poco conocida. Dirige las batallas vestida de hombre en el valle de San Andrés Chalchicomula después de haber muerto su esposo. Apresada en 1816, su padre solicita el perdón. Finalmente es indultada en 1817. Lo mismo que Juana Bautista Márquez, alias la Gabina; así como una anónima señora de Huichapan, quien levanta a sus expensas una división para combatir a los realistas.

Rafaela López Aguado de Rayón

Rafaela López Aguado, madre de los López Rayón, sufrió la persecución de los realistas. Rafaela permanece en su casa de Tlalpujahua para luego recorrer la Tierra Caliente michoacana al lado de su nuera Mariana Martínez y de sus dos nietos. En 1815 Francisco, el quinto de sus hijos, es hecho prisionero. Los Rayón proponen canjear a su hermano por algún prisionero importante, pero su captor no cede y solicita a cambio la rendición incondicional de la fortaleza que protegían. Los hermanos dejan la decisión a su madre Rafaela, quien elige la muerte de su hijo antes que la rendición.

Gentrudis Bocanegra

Gertrudis Bocanegra es enviada a Pátzcuaro para ayudar a la toma de la ciudad por parte de los rebeldes. Descubierta y prisionera, es sometida a tortura para que delate a otros participantes de la guerrilla, pero se niega a dar información a los realistas. Finalmente es enjuiciada y declarada culpable de traición. Bocanegra es fusilada en 1817. Xavier Mina es apresado en el rancho de El Venadito junto con  Manuela Herrera, quien apoya la causa libertaria. Es conducida fuera de su hacienda, amarrada y descalza por una soldadesca que se mofa de ella hasta que el jefe Orrante la pone en libertad. Manuela no acepta indultarse.

Rita Pérez, quien acompañó a su esposo Pedro Moreno e hizo suya la causa insurgente, aun siendo de familia hacendada, estuvo con Moreno en batallas, traslados, triunfos y derrotas; resistiendo el sitio del Fuerte del Sombrero en 1817, pudiendo escapar decide permanecer en la lucha, es detenida y enviada a prisión estando embarazada. Posteriormente vivió  en la pobreza y después de una larga espera logra recuperar parte del patrimonio familiar. La Guanajuateña desplegó un batallón con todas las mujeres del ejército de Rayón en 1811, estratagema que funcionó para tomar Zacatecas.

Desde luego faltan más mujeres por mencionar, de muchas se ha perdido registro y falta aún mucha investigación. Por ahora, queda decir que las mujeres participaron sabiendo lo que se estaban jugando. No por el chisme o por ser argüenderas. Estaban convencidas de que su hermano, su padre, su esposo o novio, ganara la guerra y se instalase mayor justicia para todos.

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Javier Espinosa
Javier Espinosa
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