El 10 de junio cumplió años un personaje al que México le debe demasiado, por ser uno de los juglares de una época clave en el devenir de la historia y la cultura popular en el país.
Hijo predilecto de Tampico, radicado en Puebla la mayor parte de su vida, pero nacido en Cuernavaca, Morelos, el que alguna vez fue conocido como el Padre del Corrido Mexicano, fue, y ha sido, injustamente tratado por sus compatriotas que le han negado el pleno reconocimiento que se merece. A pesar de su ingenio y de su talento, le negaban sistemáticamente regalías por el uso de sus canciones en discos y películas, y vivió precariamente buena parte de su vida, tanto que de mayor se le llegó a ver por los mercados de la ciudad de Puebla vendiendo plumas.
Mejor veamos lo bonito de este personaje. En la ciudad de Tampico, Tamaulipas, se tiene quizá el único monumento dedicado a Samuel M. Lozano, autor que hizo famoso el nombre de Tampico y que lo echó a volar por el mundo entero con el corrido Tampico hermoso.
Samuel Margarito Lozano Blancas nació en Cuernavaca, Morelos, el 10 de junio de 1881; desde niño desarrolló el sentido musical y de sus instrumentos, como la guitarra, la mandolina y el bajo sexto. Joven y con espíritu viajero, Samuel emigra al estado de Puebla poca antes de terminar el siglo XIX. En 1907 hizo su primera presentación pública en un circo, y al siguiente año compuso Himno Anti-reeleccionista, en el que plasmó el sentir actual para terminar con el porfiriato.
En Puebla se gana la vida vendiendo dulces y muéganos poblanos, al mismo tiempo que practica su verdadera vocación: pregonar populares corridos, coplas, romances, versos y cuartetas, recorría los barrios de la angelina ciudad con su ingenio y talento, visitando sus cantinas, mercados, plazas públicas, fondas y, su principal escenario, las pulperías. Y comienza a vender sus letras, plasmadas en papel colorido, en las que criticaba a Porfirio Díaz y su gobierno. Estos mensajes fueron ampliamente difundidos, sobre todo en plazas y mercados, lo que le cuesta al autor algunas detenciones.
Años después, y como muchos jóvenes no se escapó de la leva y fue enrolado a la fuerza en los ejércitos maderistas. Margarito fue enviado al norte a combatir a “Los Dorados” de Pancho Villa, quienes lo apresaron en Ciudad Lerdo; un oficial villista lo escuchó entonar sus canciones y lo presentó ante Villa, quien al escucharlo cantar le regaló 500 pesos, que empleó para mejor vestirse y comprar una fina guitarra. Quedó así incorporado a la División del Norte liderada por Francisco Villa, con quien no sólo comparte ideales sino historias que, con su ingenio nato, transforma en corridos divulgados de boca en boca, convirtiéndose así en voz de la Revolución. Fue en esa época cuando compuso en Torreón uno de sus más famosos corridos, La Rielera.
Samuel Lozano, a quien usualmente se le veía con un morral lleno de partituras y su guitarra colgada al hombro, compuso canciones como La vida infausta, Mi bello Tampico, La persecución de Villa, Los combates de Celaya, El cuartelazo felicista, La muerte del general Francisco Villa, Mi gusto es, Paloma errante, Marieta y Alta y delgadita, entre muchos corridos, sones, polkas, rancheras, valses, coplas y redovas.
De Samuel, cuyo ingenio y talento han legado historia y cultura popular, han grabado sus canciones y corridos casi todos los cantantes populares desde la década de los 10’s, cuando iniciaba la industria discográfica, hasta nuestros días. Aunque a veces con la odiosa costumbre de colocar como canciones de dominio público sus composiciones, en lugar de anotar su nombre para evitar el pago de regalías, y otras razones más para facilitar la grabación en discos evitando trámites.
Samuel Margarito, también fue autor de múltiples canciones, poemas y otros corridos que trascendieron de boca en boca y que no solo referían caudillos, juanes, adelitas y acontecimientos históricos, sino que también retrataba la vida cuasi cotidiana de los campamentos revolucionarios. Como Marieta, una asombrosa melodía que ha gustado en el mundo traducida a muchos idiomas, y que retrata lo cotidiano del momento y el estilo de la época. Atribuida a otros autores, por cierto.
Un detalle que debe anotarse, compartida por el investigador Josué Picazo, en 1972 la profesora Socorro Treviño de la Garza, quien laboraba en la primaria Ignacio Zaragoza, al conocer la situación por la que atravesaba el compositor en Puebla, se dio a la tarea de crear una colecta, junto con sus alumnas, para apoyar “aunque fuera un poco a la vejez” del querido Samuel Lozano. Lo recolectado fue enviado a la ciudad de Puebla al maestro.
Una de las quejas de Samuel, justamente en una entrevista de aquel año de 1972 señaló que “Hace más de 25 años hice una marcha titulada Puebla de Los Ángeles, o Relicario de América, que había compuesto a Puebla por el cariño que le guardo. Tan pronto hice la marcha, la propuse a todos los gobernadores y Ayuntamientos que ha tenido Puebla desde hace 25 años. Pero por mi mala suerte, ninguno tomó en cuenta mi generosidad, para que tal pieza fuera grabada en discos. Conmovido con tanta ingratitud, hice pedazos la partitura, pero la melodía la tengo grabada en mi mente, por lo que he resuelto dedicarla al bello Tampico como Marcha Tamaulipas o Marcha Ciudad Victoria, ya que sus autoridades sí me han estimulado, al grado que, en las próximas fiestas patrias ante la presencia de artistas de México, van a poner mi nombre en una calle del puerto”. Decía en aquel año, el compositor.
Nacido en el barrio de Amatitlán, en Cuernavaca, es el autor de un sinnúmero de corridos revolucionarios que merece un reconocimiento. Sus corridos que pasaron de boca en boca, llegaron al cine y al radio, y hoy están perdidos en viejos discos. Los corridos son composiciones musicales mestizas oriundas de nuestro país, cuyos antecedentes datan del siglo XVIII y están emparentados con la polka checoslovaca y similares a los Cantares de Gesta de la época medieval que narran hazañas de un héroe y sus virtudes como modelo para el pueblo. Durante los días revolucionarios, el corrido cumplió con una doble función: era un texto lírico recreativo y además informativo.
Después de años de caminar, siempre cantando, enfundado en traje de charro y con su inseparable guitarra al hombro, que era como solía andar por las calles de Puebla, Samuel Margarito Lozano Blancas, muere el 21 de mayo de 1977 casi ciego y en la pobreza. Sus restos descansan en el Panteón Municipal de Puebla.
El compositor vivó una larga vida y sus composiciones y corridos forman parte de la historia y la cultura popular de este país, suficiente labor para que su nombre se pronuncie con respeto y admiración.